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En mi ultima vida

Llevaba semanas preparando con mucha rigurosidad un análisis del sintoísmo en el anime, pero los hechos ocurridos estas dos semanas pasadas me han paralizado y ya no pude escribir más. Como saben la mayoría soy una colombiana que vive en Japón, llevo ya cinco años en esta tierra con mi corazón partido en dos desde que salí de mi país. Tengo la fortuna de poder seguir el día a día de lo que pasa en Colombia porque este mundo de las redes y la tecnología me lo permiten, no sé cómo pudieron soportar esta distancia mis predecesoras.

Presencie casi que en vivo la pesadilla que vivió Bogotá durante dos días seguidos, fueron masacrados sin piedad los jóvenes de mi ciudad, he de confesar que sigo muy de cerca a mi país, pero jamás me había sentido tan impotente y dolorida en todos estos años que llevo fuera.

Es difícil ver esto de lejos que algunos compatriotas simplemente cortan el cordón umbilical con su tierra y prefieren no saber qué sucede con ella, yo desde tan lejos me siento más cerca de nuestra dura realidad.

Este blog es el único espacio donde escribo lo que se me pasa por la mente y por eso quise ponerle pausa a mi articulo sobre el sintoísmo para escribir sobre lo que considero hoy tiene mucha más relevancia. Puede que este escrito no sirva para mayor cosa, pero tengo la esperanza de que algunos compatriotas se comiencen a concientizar de lo que esta pasando a través de mis palabras.

Sé que las comparaciones son odiosas pero hoy realmente quiero ser odiosa en este momento, siento que no hay otra forma de hacer catarsis de la impotencia y rabia que me produce lo que ha estado sucediendo, sin mas preámbulos aquí les va:


En mi ultima vida


En mis primeras vidas fui un samurai en tiempos del shogunato Tokugawa logramos la paz varias veces con el derramamiento de mucha sangre, durante casi trescientos años y un par de vidas me entregué en cuerpo y alma a la noble tarea de conservar el orden, fueron tiempos violentos, pero de ideales férreos, estamos hablando de Japón feudal no había otra forma conocida hasta entonces de defender los ideales más que a fuerza de espada.

Fue un honor ser uno de los mejores con el sable, mi catana fue infalible, pero me hice viejo en una de esas vidas y algunos mas hábiles que yo me hicieron el honor de morir en mi ley. Los restauradores cambiaron las reglas y cuando regresé a este mundo mi casta había sido abolida. Siempre he querido poner en practica lo que he aprendido en todas mis vidas, en cada reencarnación regreso con más sabiduría y más habilidades para el combate, creo que soy inteligente he podido ver como la gente va por la vida dando palos de ciego y buscando su misión, yo he tenido clara la mía desde hace siglos. Tengo el don o quizás las desgracia, ahora ya no estoy seguro, de recordar con claridad cada una de mis vidas. Soy un alma muy vieja pero pacientemente he reencarnado muchas veces para lograr evolucionar a algo superior a mí mismo.


Corría el año de 1872 los tiempos de los honorables Samurais se habían ido, me sentía orgulloso de haber muerto antes de verlos desaparecer, cuentan que fue terrible como muchos de ellos se despidieron de este mundo por su propia mano, sin embargo, me alegra el saber que nuestro código de honor sigue vigente y que de alguna manera su legado segue intacto.

Muchos de los que sobrevivieron ahora estaban a cargo del desarrollo de la policía moderna del Japón, pienso que lo hicieron porque fue su forma de proteger nuestro código. El Japón de esos años tenia su encanto, el imperio japonés se erguía en todo su esplendor, el país abrió sus puertas al mundo, aprendí mucho del uso de distintas armas y ver como el Japón imperial se levantaba como su nombre lo dice un sol naciente fue realmente poético, desafortunadamente en este vida también me asesinaron de un balazo con una escopeta, no era tan mayor pero aun así me despedí sin remordimientos de este mundo.

La segunda guerra mundial fue muy dura, el horror se apoderó de todo, pensé que no podría soportar el miedo de sentirme amenazado por un enemigo externo, es un miedo que te hiela porque no sabes de que pueden ser capaces los enemigos forasteros. De la guerra me quedó la tranquilidad de que después de tantos siglos de peleas inútiles, aprendimos que no podíamos matarnos entre nosotros y que incluso no tenia sentido matar o morir por conquistar nada, ni tierras, ni riquezas ni el ego inflado del emperador pudieron pagar el dolor con el que dos bombas atómicas borraron de la faz de este planeta a miles de personas de mi pueblo, esas mismas bombas también fueron el final de la guerra y el comienzo de una era nueva, entendimos después de siglos que la paz es el bien mas preciado que tenemos junto con la vida.



En todos estos siglos he sido testigo de la evolución de mi profesión hasta llegar a entendimiento de que estábamos ahí para proteger a quienes son nuestra gente, nuestras familias y amigos. Pude valorar un día arduo de trabajo en el verano y una cerveza como bendición en las noches después de haber cumplido con mi deber, fui un policía orgulloso de mi labor.

Un país en paz fue el amanecer después de la pesadilla que nos dejaron esas terribles bombas, después de tanta guerra tuvieron que pasar siglos para llegar hasta acá y me sentía orgulloso de haber sido testigo de ese proceso, Mis habilidades de combate ya no fueron necesarias, el ejercito desapareció y aunque debo admitir que al principio que me costó aceptar que mi país de legendarios guerreros se hubiera doblegado ante el ejercito americano, me gustó la idea de no pelear más, me enamoré de esa parte de la constitución del Japón donde dice que las fuerzas de defensa del Japón deben velar por la paz mundial y que el país había reducido su poder bélico a cero, eso querida decir cero guerra.

siempre me causo desconfianza la presencia americana en mi tierra pero con el tiempo me adapté a ese nuevo roll en el que la gente me miraba con admiración y respeto. Me gustaba sonreír para evitar las malas caras de los

estresados trabajadores los lunes en la mañana y nunca quise trabajar en transito, a ellos creo que casi nadie los soporta en ningún lugar del mundo, ni antes ni ahora, esa es una labor muy desagradecida.

Tuve la oportunidad de estudiar muchas cosas, llevar una vida en paz casarme y morir de viejo alrededor de los años setenta, fue maravilloso nunca había experimentado una vida larga y menos con compañía, vi crecer a mis hijos y nietos, a pesar de que Japón era un país sin muchos lujos que quedo quebrado después de la guerra, se fue recuperando poco a poco, fue un lugar de paz durante mis años de vida y pude disfrutar tanto de esto porque una de las ventaja de recordar tú vidas pasadas es que aprendes a valorar lo que realmente importa.


Me hubiera gustado quedarme ahí pero aun me faltaba camino por andar y regresé a esta vida como un mal chiste, de una forma que sigo sin entender por qué, desperté en los brazos de una madre colombiana al otro lado del globo terráqueo, parece que algo salió mal con alguno de mis descendientes y acá aterrice en esta vida muy poco tiempo después de haber muerto. Esta es mi ultima prueba para evolucionar y dicen que la ultima vida es una de las mas difíciles porque es una evaluación y yo no creo ser capaz de pasarla, quizás tenga que comenzar de nuevo. En un lugar desconocido decidí enrolarme en la policía pensando que era universal la filosofía de la institución, que equivocado estaba, aun soy joven pero no creo que llegue a viejo a este ritmo, es más creo quizás hoy será mi día de la despedida aunque esa decisión no esta en mis manos.



Colombia es un lugar hermoso, mi gente es maravillosa alegre y cariñosa, acá tenemos todo es una tierra rica y productiva, lo tenemos todo menos paz, he sentido desde que llegue que regresé al Japón medieval pero aún mas cruel y sanguinario, porque en aquel tiempo ni cerca estábamos de hablar de derechos humanos, en la Colombia del 2020 parecen no existir no sé como pueden matarse unos a otros sin piedad y no querer suicidarse después por hablarle faltado al juramento que hicimos de proteger a los nuestros. Siento que vivo en un infierno, a esta tierra bendita se la esta tragando la guerra, la corrupción y una pandemia que parece no darle tregua a tanta necesidad. Desde que me ingresé en la policía no ha habido un solo día en que no tenga arreglármelas para evadir los sobornos que más que eso son amenazas que terminan en ordenes de los altos mandos para proteger a quien sabe quienes mientras a mi gente la roban y la masacran por doquier.

Aun no olvido que llevo honor de mis ancestros y no quiero manchar mis anteriores vidas que se llevaron las vidas de muchos en el camino. En esta jungla manda un solo hombre que tiene un brazo armado inmenso y que para cumplir sus deseos es capaz de lo que sea, algunos policías lo admiran otros simplemente siguen sus ordenes sin preguntar por unos cuántos pesos ¿Yo? yo siento asco y vergüenza porque las nobles causas han desaparecido, los que no hacen lo que se les pide y se relevan como mínimo los transfieren a lugares lejanos de castigo, los investigan o sencillamente los eliminan.


Hoy mataron a un inocente transeúnte que era el padre de alguien, el hijo de alguien y hermano de alguien más. No estaba armado sin embargo su carne fue quemada en el asfalto mientras rogaba por su vida, sus huesos fueron destrozados y su corazón se detuvo, así como se detuvo la ciudad con él, una capital donde el pueblo a gritos clama por justicia.

Aquí estoy yo parado viendo este espectáculo siniestro de la guerra donde un pueblo se destroza donde los pobre nos matamos mientras esos señores oscuros se relajan en sus mansiones, el retroceso espantoso de todas mis vidas en un solo lugar. Algunos han sacados ya sus armas y veo con horror como en pleno siglo de los derechos humanos y la igualdad mis congéneres le disparan sin sentido a todo el que se atraviesa, jóvenes van cayendo desplomados en el piso, hay caos por todas partes.


Es verdad que nuestras guerras fueron duras, pero han pasado siglos desde que luchamos sanguinariamente entre nosotros convencidos de lo creíamos que eran muestras causas. ¿cual es la excusa para que hoy en día un policía guardián del orden asesine a quienes juro proteger? En estos siglos y tantas vidas jamás pensé que renegaría de esta noble profesión porque en este país que me tocó algunos se han olvidado de cuál es su misión con el pueblo, algunos llenos de miedo por lo que vaya a ocurrirles si desobedecen y otros que solo observan impávidos como todo se derrumba ¿Que pasa? Porque una tierra tan bella como esta aun levita en un medioevo violento y sanguinario.

Parece estar de moda la tortura, la violación y hasta el trafico de drogas todo parece estar permitido para los que les gusta sentirse mas fuertes a través de la intimidación. Yo estoy de pie, petrificado por esta escena espantosa, no me voy a mover parece que este será mi ultimo día, en esta noche no hay dios ni ley y no seré yo quien levante mi arma para acabar con la vida de nadie nunca más.


En esta tierra sin ley solo se mata por matar, la maldad se ha tomado esta ciudad y el sol parece no querer salir a presenciar todo este horror. Una bala perdida terminará por hundirse en mi carne inevitablemente ya me he quitado el uniforme, he renunciado a esto, será la primera vez que vaya a morir sin el honor de ser policía pero prefiero eso que tener que levantarme encontrar de mi pueblo, eso no fue lo que aprendí durante siglos de honorable servicio. El infortunio se llevará consigo estos siglos de vidas de un guerrero que hoy va a luchar del otro lado, soy un samurai y dejaré este mundo quizás para siempre pero haciendo lo que creo que es correcto.

Están llegando las horas oscuras no quiero protegerme de nada ni de nadie porque era yo quien debía servirles de protección a ellos, solo los voy a seguir, porque soy un samurai y creo en las causas nobles. Ellos solo tienen hambre, miedo y están cansados de luchar sin armas, de luchar sin esperanza. En mi ultima vida me despediré de la esposa que nunca tuve, de los hijos que no nacieron porque hoy un antiguo samurai muere como un policía de veinticuatro años que decidió quitarse el uniforme, al que no le van dar ninguna insignia, ni ningún reconocimiento pero que seguirá con honor el código milenario que juró acatar cuando pensaba que solo matando o haciéndose matar se podia luchar por los derechos de los hombres libres, allá cuando corrían los años de tenebrosos del Japón medieval.





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